Los grupos de WhatsApp: ¿conectados o atrapados?
«Juan salió del grupo.»
No hay necesidad de explicaciones, excusas o despedidas. Basta un clic y desapareces.
En los grupos de WhatsApp, las relaciones se construyen y disuelven con una facilidad asombrosa.
Algunos son efímeros, creados para organizar un evento y abandonados en el olvido.
Otros permanecen en el tiempo, aunque apenas se usen.
En todos ellos, sin embargo, se reflejan nuestras dinámicas sociales: alianzas, silencios incómodos, roles bien definidos y, sobre todo, una necesidad de pertenencia que nos atrapa más de lo que imaginamos.
Vivimos hiperconectados.
Nunca ha sido tan fácil estar en contacto con tantas personas a la vez.
Y, sin embargo, los índices de soledad nunca han sido tan altos. ¿Cómo es posible?
Porque estar conectado no significa estar acompañado.
Sentir la presencia del otro es algo más profundo, más intangible.
Cuando nos escribimos con alguien constantemente, podemos experimentar una sensación de compañía, como si esos mensajes nos sostuvieran.
Sin embargo, estas interacciones no ofrecen el mismo sostén emocional que las relaciones en persona.
En un encuentro cara a cara, el cuerpo capta e interpreta información más allá de las palabras: el tono de voz, los gestos, el lenguaje corporal, el contexto.
También percibimos nuestro propio lugar en la dinámica grupal, lo que nos ayuda a construir nuestra identidad.
En cambio, la comunicación digital a menudo reduce la interacción a mensajes aislados, desprovistos de matices.
Y el cerebro no está diseñado para construir una imagen completa a partir de fragmentos desconectados.
La necesidad de pertenencia y la identidad en los grupos
Como seres humanos, la necesidad de pertenecer a un grupo es fundamental.
Desde el nacimiento, nuestra familia es nuestro primer grupo de referencia, y con el tiempo vamos integrándonos en otros espacios: amigos, equipos, comunidades con intereses comunes.
Estos grupos no solo nos ofrecen apoyo, sino que también ayudan a forjar nuestra identidad.
El psicoanálisis ha estudiado ampliamente esta necesidad.
Lacan vincula la pertenencia con el deseo del Otro: buscamos ser parte de un grupo porque anhelamos reconocimiento y un lugar en el discurso del otro. El grupo, al otorgarnos una identidad simbólica, nos protege de la angustia de la incertidumbre.
Pero, ¿qué ocurre con los grupos de WhatsApp? ¿Pueden realmente cumplir esta función?
A primera vista, parecería que sí. Después de todo, se trata de espacios colectivos de interacción.
Sin embargo, los grupos digitales introducen dinámicas particulares de inclusión y exclusión.
El silencio, por ejemplo, puede percibirse como indiferencia o rechazo, puesto que nos falta información del contexto del otro.
Además, la sensación de permanencia es menor: hoy estamos en un grupo, pero mañana el grupo podría quedarse en silencio, podríamos salir o ser eliminados sin mayores consecuencias.
Esto puede generar una angustia constante ante la posibilidad de ser excluidos.
Hiperconectados, pero desconectados de nosotros mismos
Cuanto más conectados estamos hacia afuera, más fácil es perder la conexión con nosotros mismos.
Antes, los trayectos en transporte público, los momentos de espera o incluso las comidas en solitario nos brindaban pequeños espacios de introspección.
Eran instantes en los que nuestra mente podía divagar y recordar a ese amigo que atraviesa un momento difícil, a ese proyecto que nos ilusiona o a ese ser querido que extrañamos.
Estos momentos de pausa nos permitían realmente acompañar, tanto a los demás como a nosotros mismos.
Acompañar no es solo estar presente físicamente, sino tener en mente a quienes nos rodean, preocuparnos por ellos de manera genuina.
Sin embargo, en la actualidad, la hiperconexión ha convertido la presencia en una obligación inmediata: la ansiedad del doble check, la necesidad de responder al instante, el miedo a parecer indiferentes.
Nos han hecho creer que debemos estar en todas partes, cuando en realidad terminamos sin estar en ninguna.
Esta urgencia de participación se vincula con el FOMO (Fear of Missing Out), una ansiedad contemporánea que nos impulsa a mantenernos disponibles en todo momento por miedo a ser excluidos.
Paradójicamente, esta hiperconexión nos dispersa, haciendo que nos sintamos ausentes incluso en los espacios donde realmente estamos.
Los roles en los grupos de WhatsApp
Como en cualquier dinámica grupal, en WhatsApp también adoptamos roles. ¿Quién no se ha encontrado con alguna de estas figuras?
El organizador: siempre toma la iniciativa y mantiene el grupo activo
El entusiasta: responde a todo con emojis, memes y energía contagiosa.
El observador silencioso: está ahí, pero rara vez participa.
El esporádico: aparece solo en momentos clave.
El polémico: disfruta encendiendo debates o generando controversia.
Para algunos, estas dinámicas pueden ser estimulantes; para otros, pueden resultar agotadoras. La presión social de encajar en un rol o de mantenerse disponible constantemente puede generar una carga emocional innecesaria.
Conclusión: una conexión que invita a pensar
Los grupos de WhatsApp pueden ser una gran herramienta para mantenernos en contacto, pero también pueden generar ansiedad, sobrecarga y una desconexión con el presente.
Tal vez valga la pena detenernos a pensar: ¿Este grupo realmente me aporta algo? ¿Me siento cómodo con el papel que ocupo en él? ¿Estoy poniendo los límites que necesito? ¿Me permito estar ausente sin culpa o siento la presión de responder siempre? Y si no respondo,
¿realmente pasa algo o es solo una percepción? ¿Qué lugar ocupa la desconexión en mi vida y cuánto la valoro?
Porque, al final, estar presente no significa simplemente estar en línea, sino estar realmente ahí, para los demás y para nosotros mismos.
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ENTRADA ESCRITA POR: JULIA GÓMEZ