La visión de la ausencia de pene en la mujer, y la evocación de las amenazas verbales por parte de sus padres, constituyen esta angustia por el complejo de castración.
Resulta importante entender que la angustia es vivida de manera inconsciente por el niño.
Entendemos el tiempo final como el fin del complejo de castración y del complejo Edipo.
Bajo los efectos mencionados previamente, el niño decide salvar su pene a costa de renunciar a su madre como su compañera sexual (partenaire sexual).
Dicha renuncia, junto con el reconocimiento de la figura paterna, da por finalizada la fase de amor edípico y aparece la identidad masculina;
así como la capacitación de producir sus propios límites en su cuerpo y asumir las faltas existentes.
Entendiendo, por tanto, que el final del complejo de castración es también el final del complejo Edipo.
EL COMPLEJO DE CASTRACIÓN EN LA NIÑA
Al igual que comienza en los niños, las niñas también empiezan con la idea ficticia de que todos los seres humanos tienen pene.
entendiendo esta idea universal como la creencia necesaria para la constitución del complejo de Edipo, tanto en niños como en niñas.
La segunda característica compartida es la importancia del rol materno, quien se presenta como la figura principal;
Hasta el momento en el que el niño se separa de ella con angustia y la niña con odio.
Entendiendo este momento de separación de la madre cuando se descubre que está castrada, como el acontecimiento más relevante del complejo de castración.
Por otro lado, encontramos algunas diferencias en cuanto al complejo de castración en comparación con los niños.
En el caso de los chicos, el complejo finaliza con la renuncia de su amor hacia su madre, mientras que, en el caso de las chicas, finaliza con la apertura de la vía de amor hacia el padre.
Además, en la niña aparece el odio y rencor hacia su madre por haberla hecho mujer y no haberla dotado de un pene.
En el primer tiempo, se sigue la idea de que todo el mundo tiene pene y, por tanto, el clítoris es también un pene, pero chiquitito.
Se ignora la diferencia de sexos y la existencia de diferentes órganos sexuales, entendiendo que el clítoris es similar al pene y que se le otorga el mismo valor.
En segundo lugar, se entiende que el clítoris es demasiado pequeño para ser un pene y que, por lo tanto, la niña ha sido castrada.
Es en este segundo tiempo cuando la niña observa el pene real de un niño, llegando a asimilar que ella no posee el verdadero órgano del que su creencia universal le había hablado; apareciendo la envidia fálica.
Mientras que en los niños los efectos visuales son progresivos, en las niñas los efectos son inmediatos
Ha visto el pene del niño, se ha dado cuenta de que ella no lo tiene y aparece el deseo de tenerlo.
La niña entiende que ya ha sido castrada; a diferencia del niño, en el cual aparece el miedo de poder llegar a ser castrado en un futuro.
Por lo que, diferenciamos la angustia de la amenaza en los niños, y el deseo de poseer el pene en las niñas, quienes conciben que ya han sido castradas.
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Natalia Caubilla Sánchez