Podemos hablar de un mercado oculto.
Vivimos en una era donde las interacciones humanas están mediadas, en gran parte, por plataformas digitales como WhatsApp, LinkedIn y otras redes sociales.
Estas herramientas han transformado la comunicación, la forma en que construimos nuestra identidad y la manera en que nos integramos en grupos sociales.
Sin embargo, más allá de sus funciones explícitas, existe un «mercado oculto» en estas interacciones que puede influir en la mente individual y colectiva de maneras profundas y, a menudo, pasar inadvertidas.
Las redes sociales como espacios de intercambio simbólico
Desde el psicoanálisis, las redes sociales pueden entenderse como una extensión del «gran otro» lacaniano, un espacio donde buscamos reconocimiento y validación.
LinkedIn, por ejemplo, no es solo un sitio para el Net-working profesional;
también es una vitrina en la que los individuos exhiben una versión idealizada de sí mismos, generando una competencia silenciosa por el estatus y la aprobación social.
WhatsApp, por su parte, permite una comunicación más inmediata y directa, pero también puede reforzar dinámicas de exclusión, control y dependencia emocional entre los sujetos.
Las dinámicas en estas plataformas no son únicamente directas, sino que operan en un nivel simbólico.
El like, el visto, la confirmación de lectura, la omisión de una respuesta, la cantidad de conexiones en LinkedIn o el número de visualizaciones en una historia de Instagram
En este mercado oculto, pueden ser interpretados como signos de aceptación o rechazo, impactando la autoestima y la percepción de pertenencia de las personas, es decir, en algunos casos como si fueran objetos o propiedades de otro/a.
El mercado oculto en las plataformas digitales
El concepto de «mercado oculto» no solo se refiere a las ofertas de trabajo no publicadas por las empresas, sino también de un intercambio psicológico de datos o algoritmos que se dan en las interacciones digitales con el fin de manipular la atención.
En este mercado invisible se negocian estatus, identidades y validaciones sociales.
- En WhatsApp, los grupos pueden funcionar como micro sociedades con reglas implícitas.
- El no responder en tiempo y forma puede ser interpretado como una falta de interés o incluso una ofensa, lo que genera ansiedad y sensación de exclusión.
- En LinkedIn, las recomendaciones y conexiones pueden actuar como una moneda social: quien tiene más validaciones de habilidades o conexiones con figuras influyentes es visto con mayor autoridad.
- En redes como Instagram o TikTok, la visibilidad se convierte en una mercancía. La autoimagen es celosamente cuidada para encajar en estándares sociales que dictan lo que es deseable o aspiracional para muchos.
Estas dinámicas pueden generar en las personas un estado de alerta constante, aumentando la presión social y el miedo a la desconexión (FOMO, por sus siglas en inglés).
Desde la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), esta exposición continua a la comparación y evaluación externa puede ser un factor clave en la aparición de trastornos como ansiedad social o depresión.
Impacto psicológico y regulación emocional
Desde enfoques como la terapia EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares), podemos analizar cómo estas interacciones digitales pueden activar recuerdos o patrones emocionales no resueltos.
Un simple mensaje ignorado puede reactivar heridas de rechazo infantil, y una crítica en LinkedIn puede detonar inseguridades profesionales previas.
Por otro lado, la sobreexposición a dinámicas de validación externa puede reforzar creencias disfuncionales sobre el propio valor personal, haciendo que las personas dependan excesivamente del reconocimiento digital para sentirse competentes o aceptadas.
La regulación emocional en estos casos se vuelve un desafío, ya que las redes sociales ofrecen una gratificación inmediata que refuerza estos patrones.
Conclusión: hacia un uso consciente de las plataformas digitales
Si bien las redes sociales y herramientas de mensajería instantánea han revolucionado la comunicación, también han generado un ecosistema donde las interacciones están mediadas por un mercado simbólico que influye en la percepción del yo y en las relaciones interpersonales.
Un uso consciente de estas plataformas requiere el desarrollo de habilidades emocionales y digitales que nos permita diferenciar entre la validación auténtica y la ilusoria, así como aprender a regular las emociones generadas en estos espacios.
Las terapias psicológicas contemporáneas pueden ofrecer herramientas para una relación más saludable con estas tecnologías.
Ayudando a las personas a identificar y modificar creencias disfuncionales y a desarrollar estrategias para interactuar con estas plataformas sin comprometer su bienestar emocional.
Al final, la clave está en recordar que, aunque estos espacios son parte de la vida moderna, no definen nuestro “yo”, ni nuestros valores ni como conformamos nuestras relaciones en un entorno real.
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PUBLICACION REALIZADA POR: MARCOS ESCUDERO