La repetición

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LA REPETICIÓN: Lo que no cesa de no escribirse

 

“…el analizado no recuerda nada de lo olvidado o reprimido, sino que lo vive de nuevo. No lo reproduce como recuerdo sino como acto; lo repite sin saber, naturalmente, que lo repite.”

Sigmund Freud, 1914

 

         La repetición es una forma de recordar, ya que se repite lo reprimido en un intento de simbolización, como diría Lacan. Este fenómeno, la repetición, surge como consecuencia a un trauma en una forma de intento continuo y fallido de elaborar ese evento traumático que será el origen de la repetición. Se repite algo que no pudo ser olvidado, y no se recuerda porque nunca fue consciente. Pasamos a un acercamiento a este concepto tan importante en psicoanálisis, desde Freud y posteriormente desde la revisión del concepto que hace Lacan.

         En el artículo Recuerdo, repetición y elaboración (1914), Sigmund Freud indica que la repetición es de carácter obsesivo,  y mantiene una relación con la transferencia y la resistencia, ya que la transferencia en sí no es más que una repetición de las relaciones de amor primarias pasadas que se vienen a repetir sobre la figura del médico (psicólogo o analista actualmente). La meta del análisis sería pues que el analizado se libere de esta obsesión de la repetición y la comience a elaborar en forma de recuerdo. La transferencia resulta vital en el proceso de la cura, ya que si se entabla una transferencia positiva, será más fácil penetrar en los recuerdos a los que nos referimos. En cuanto a la resistencia, cuanto más intensa aparece, más ocurrirá que el sujeto sustituya el recuerdo por la repetición, es decir, las resistencias marcan la sucesión de repeticiones.

         Si se toma la repetición como la evocación de una parte de lo real de la vida, revivir un momento que ha de haber sido tal vez doloroso o traumático, es de esperar que la repetición del mismo acarree el mismo malestar o similar, a esto Freud lo denomina la agravación durante la cura. De la repetición queda un resto que no logró ser absorbido por la consciencia, este resto es el causante de dicho malestar como una producción de displacer.

En 1920, Freud, en su texto Más allá del Principio del Placer, inicia el planteamiento de que los procesos anímicos se regulan de forma automática por el principio del placer, cuyo origen está en una tensión displaciente, que al minorizarse ocasiona una producción de placer. Por ser éste un proceso tópico, dinámico y económico, merece la calificación de metapsicológico. Freud supone necesaria dicha tensión displaciente para la verdadera producción de placer, a eso se debe el título del texto, el cual busca explicar que hay una fuerza que va más allá de la búsqueda de placer en el ser humano. Habría que entender entonces, que la repetición está al servicio del Principio del Placer.

Existe el principio del placer, y más allá de él, la pulsión de muerte. El primero, apunta a una tendencia restitutiva y constructiva, mientras que la pulsión de muerte se domina como una tendencia repetitiva que conduce a la autodestrucción.

Freud se apoya en la elaboración de esta teoría en lo que él llamó el juego del fort-da, después de observar a su nieto jugando y ver como hacía desaparecer un carrete de hilo atado a una cuerda por el barrote de su cuna, con el malestar que la pérdida trae consigo, para llenarse de júbilo al traerlo o hacerlo aparecer de nuevo. Mientras el niño tiraba el carrete, era dejado fuera, para luego hacer reaparecer celebrando un enérgico aquí. Este juego infantil se basa en un proceso económico que busca una sola cosa, la consecuencia del placer, que era obtenida con la segunda parte del acto del niño, hacer reaparecer el carrete que había desaparecido previamente. La pérdida del objeto funcionaba como la condición preliminar de la fuente de placer, siendo ésta la reaparición de dicho objeto; es así como la tragedia puede ser sentida como placer, decía Freud.

Por otro lado, la labor fundamental del psicoanálisis, decía Freud, era la de hacer consciente lo inconsciente, y esto se lograría a través de la recuperación del propio recuerdo, es decir, la reconstrucción del mismo, y se lograría a través del vencimiento de las resistencias. Sin embargo, a veces el enfermo no lograba recordar lo reprimido, ni siquiera lo más importante, entonces se veía obligado a repetir lo reprimido como un hecho actual.

Según Freud, este hecho siempre sucedía bajo el fenómeno de la transferencia, por eso lo denomina Neurosis de Transferencia, y en este proceso el médico debía minimizar la expresión de la repetición para entrar lo máximo posible en el recuerdo, aunque el médico debe permitir la vivencia de esta fase, el sujeto vive de nuevo una parte de su vida olvidada. Si bien esto es cierto, Freud aclara que la repetición y la transferencia no son lo mismo, sino que la repetición hace límite a la transferencia.

Freud denominó a este proceso Obsesión de Repetición, propia del tratamiento analítico de los neuróticos; es atribuida a lo reprimido inconsciente, cuya responsabilidad se le carga a las resistencias, que a su vez, se prestan al principio del placer, ya que la revivencia de lo resistido causa un displacer significante al yo. Sin embargo, habría alguna vez cierto displacer que no contradice al principio del placer, es decir, causan displacer para un sistema y satisfacción para otro, es decir, aunque no logra vencer las resistencias, sí existe cierto malestar que se ocasiona tras la repetición. Esto demuestra que la obsesión de repetición va más allá del principio del placer, este último, obstinado en la represión y en el deseo de no quebrantar al principio de placer, llama con urgencia al recurso de la obsesión de repetición. La obsesión de repetición es más primitiva, elemental e instintiva que el principio del placer al que se sustituye.

Anteriormente se mencionaron los juegos infantiles, en estos se puede evidenciar un alto grado de repetición, mostrando su carácter instintivo y contrario al principio del placer. En el juego, el niño repite la parte desagradable, como en el fort-da, para así buscar el dominio de la impresión, que se alcanzará con el paso de cada acto de repetición. Así también, el carácter impactante de la impresión irá desapareciendo con el pasar repetido de la experiencia, así como un chiste pierde su gracia después de escucharlo una primera vez.

Según Freud, el analizado repite en transferencia los sucesos de su infancia, esto indudablemente se opone al principio del placer. La obsesión de repetición puede aparecer como obstáculo en el proceso analítico.

Por otro lado, Lacan toma este concepto ligado al inconsciente. En una primera instancia aparece la repetición como retorno de los significantes, siendo la repetición un significante separado del goce, aunque con una alta conectividad; y en una segunda instancia, Lacan apunta al fracaso de la repetición, es decir, por más que se intentara elaborar, no se lograba. En una tercera instancia, que por motivos de extensión no se tendrá en cuenta para este post, Lacan trabaja la repetición del goce.

Se puede decir que la repetición es lo que no cesa de no escribirse, es decir, aquello que es imposible de simbolizar y que tiene un carácter traumático. Lacan dirá entonces que lo que fue rechazado en lo simbólico, regresa en lo real.

Como la repetición es un proceso al servicio del Principio del Placer, se busca evitar el displacer, lo cual Lacan decía que se intentaba lograr (mas no se lograba) a través de la resignificación.

En 1964, en el quinto capítulo del Seminario XI, Lacan introduce los conceptos de tychey automatón, de Aristóteles. El automatón representa lo rutinario, lo constante y la insistencia de los signos, es decir, lo simbólico representado por el significante; mientras que la tyché vendría siendo el factor sorpresa, el retorno, el regreso, el encuentro con lo real. La función de la tyché es el encuetro fallido con lo real, esto es, bajo la forma del trauma, y siendo el mismo lo inasimilable. El trauma es la marca que se impone en la repetición.

El fenómeno de la repetición se basa en la realidad psíquica, lo que explica que el trauma se viva de manera diferente en cada sujeto, ya que, no importa  el evento, lo ocurrido, sino la forma y manera de vivirlo del sujeto en su particularidad. La subjetividad propia de cada sujeto, hará que cada uno perciba un hecho real de una manera   muy diferente a la percepción de  la misma situación por otro sujeto, en las mismas condiciones, cada uno vivirá la situación de formas completamente idiosincratica

El trauma es aquello que necesita ser taponado, evadido por la consciencia del sujeto por el proceso de homeóstasis liderado por el principio del placer, sin embargo, la repetición no apunta a la necesidad que sirve al apetito, sino que la repetición exige lo nuevo, dice Lacan. Para la dirección de la cura en el análisis, no se pretende hacer desaparecer el síntoma, sino el sufrimiento y malestar que lo acompaña, y para ello Lacan dice que hay que encontrar el momento exacto en donde se originó la repetición.

Aquello que no puede ser elaborado y procesado por el sujeto aparece una y otra vez en un intento constante de integrase a la consciencia, en esto se resume la repetición. Lacan aclara la diferencia que se marca entre la repetición en sí y el retorno de los signos y la rememoración actuada. La repetición se vela siempre en el análisis en el marco de la transferencia.

Para entender mejor la repetición, habrá que comprender un carácter retroactivo. Se parte de un evento traumático que después de su ocurrencia regresa en forma de tyché, produciendo la repetición de un acto en la forma de un intento de recordar el trauma originario. Es como si se retrocediera hasta ese punto de la experiencia donde ocurre el trauma, pero por estar reprimido el mismo, no se logra evocar el recuerdo de lo vivido como tal, sino que surge la tyché como un encuentro con lo real, con lo que no es posible poner en palabras, lo que el sujeto no se logra explicar.

         En conclusión, se puede entender que la repetición es el producto de un hecho traumático, una producción que sirve al principio del placer, de modo que se cuida al sujeto del malestar que traería la evocación pura del recuerdo traumático, por ello se revive el evento de una manera particular.

 

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