Las emociones I

Las emociones, su aparición en la vida cotidiana y su repetición o extinción

En la publicación de hoy de las emociones I, vamos a hacer algunas reflexiones.

¿Has pensado alguna vez en el número  de emociones que tenemos los seres humanos?, ¿Te has planteado si todos los seres s del planeta tenemos las mismas emociones ?, ¿Una sonrisa significa lo mismo en los 5 continentes?…

Estas son algunas cuestiones que desde Aristóteles se vienen estudiando.

A lo largo de los Siglos se han establecido diferentes teorías sobre el número de emociones, cuales son y cómo se exteriorizan.

Lo que sí parece que queda más claro es que las emociones vienen reguladas por el contexto en el que el ser humano se inserta, y es el ambiente donde vive.

El entorno,  premiará o no el que determinadas emociones se manifiesten, generando así una futura repetición de las mismas o por el contrario una inhibición.

La cultura, el grupo social y la educación recibida determinarán qué emociones serán validadas a la hora de mostrarlas y cuáles no.

Los seres humanos aprendemos en función de las consecuencias que la conducta que emitimos tiene sobre nosotros. La probabilidad  de una nueva aparición futura del mismo comportamiento será elevada si ha tenido consecuencias positivas.

Por ejemplo, si ante la mirada de un adulto, un niño sonríe y éste le devuelve una sonrisa junto con un gesto de cariño en la mejilla, que resulta agradable para el niño, será mucho más probable que el infante vuelva a sonreír en un futuro cuando haya un adulto cerca.

Por ejemplo, si un niño se cae cuando está montando en bici,  y comienza a llorar, si recibe una reprimenda por parte de un adulto, junto con un comentario del tipo «llorar es de cobardes».

La conducta de llorar tendrá una menor probabilidad de repetirse en un futuro, quedando así inhibida.

Bhurrus F. Skinner (1904-1990) fue un psicólogo conductista estadounidense que estudió el aprendizaje humano observable, llevando a cabo investigaciones sobre el condicionamiento operante.

Podemos pensar en la época de nuestros abuelos, a quienes se les educaba con la frase «los niños no lloran», o comentarios como «llorar es de niñas», y como ellos, años o décadas más tarde no mostraban sentimientos mediante el llanto.

Si pensamos en nuestra propia experiencia a lo largo de la vida, y analizamos como reacciones ante determinadas situaciones,  encontramos correspondencias con el tipo de educación recibida y el contexto donde hemos crecido, así como el tipo de cultura y religión en la que nos han educado.

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La maldad humana

La maldad humana es un texto sobre la capacidad de maldad innata que tenemos los seres humanos, y el uso que hacemos de ella.

Ríos de tinta son los que se han creado escribiendo sobre la capacidad de maldad que podemos llegar a tener o desarrollar los humanos.

Se han llevado a cabo a lo largo de los años, numerosos experimentos en psicología social que investigan sobre las variables que llevan las personas a comportarse de una manera cruel hacia otras.

En la década de los 50 Solomon Asch llevó a cabo investigaciones sobre el «conformismo social», para tratar de averiguar hasta que punto los seres humanos están dispuestos a admitir afirmaciones que no son reales y cambiar su percepción para estar de acuerdo con la parte mayoritaria del grupo que tiene una opinión semejante.Se demostró que las personas son capaces de estar de acuerdo con las opiniones de un grupo incluso cuando saben que son erróneas.

En 1963 , Stanley Milgram publica su estudio sobre la conducta de obediencia, que cambia el concepto de entender la obediencia en el ser humano.

Este estudio pudo demostrar que cualquier ser humano es capaz de hacer daño a otro cuando recibe la orden por una figura de autoridad.

Posteriormente estudio la conducta de obediencia en el juicio contra el criminal de guerra Adolf Eichman. Durante su defensa, afirmó que él únicamente seguía ordenes, y fueron estas afirmaciones las que llevaron a Milgram a investigar si podría ser cierta tal afirmación.En 1950, T.

Adorno llego a la conclusión de que los alemanes tienen determinadas características de la personalidad que les hacen ser susceptibles de cometer las atrocidades del Holocausto.

Destaca el experimento realizado en la Universidad de Stanford, de la mano de Philip Zimbardo en 1971. Un grupo de estudiantes de entonces deciden participar, y aleatoriamente se les asigna el rol de «preso» o de «guardia», tomando esta situación como la variable independiente de la investigación.

El experimento estaba planteado en un primer momento para desarrollarse durante dos semanas, antes de que finalizara la primera ya tuvieron que cancelarlo debido a los abusos que comenzaron a producirse por parte de los guardias hacia los presos.

El objetivo de este estudio era precisamente evaluar cómo las características conceptuales de un entorno determinado podían imponerse ante las variables disposicionales e intrínsecas de los individuos que se encontraban en ese entorno.

En su libro titulado «El Efecto Lucifer: el por qué de la maldad», Zimbardo, analiza cuales son las variables que llevan a algunos seres humanos a cometer actos vejatorios y maltrato a otros.

La conclusión a la que llega es que es más una cuestión de roles en el conjunto social donde se inserta el sujeto, que una cuestión personal y propia de la persona como ser individual.

Algunas de las características del entorno que actúan sobre los sujetos son el anonimato tanto de las personas como del lugar, los roles y normas del contexto, los procesos deshumanizados, las presiones para obtener conformidad, la creación de una identidad colectiva,

Estudia algunos de los crímenes de la humanidad como los cometidos en la prisión de Abu Ghraib, la matanza de Ruanda en 1994, o las violaciones en Nanking (China) cometidas a mujeres por soldados chinos.

La frustración continuada puede conllevar a la agresividad en cualquiera de nosotros, un sentimiento de indefensión y cierto abuso percibido por parte de otros puede desembocar en un acto de violencia.

Al igual que estar insertos en un contexto deshumanizador, con un sentimiento grupal muy potente, y siendo miembros de un grupo del que nos sintamos parte puede llevarnos a cometer abusos sobre otros.

En algunas escuelas americanas de la parte oeste, por ejemplo, están prohibidos los símbolos, o  llevar marcas sobre la ropa que representen la pertenencia a algún tipo de grupo.

El anonimato y la sensación de poder salir impune de los actos cometidos son algunas de las variables que también pueden influir a la hora de cometer actos crueles contra otros.

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La prisa de la sociedad capitalista

Vamos a hablar de la prisa de la sociedad capitalista, de cómo el discurso de la sociedad actual en la que vivimos nos influye, generando a menudo un gran malestar.

Actualmente existe un goce desmesurado, se goza de todo y dada la inmediatez con las nuevas tecnologías, en cualquier lugar y a cualquier hora. Se goza sin control.

Es necesario limitar el goce para dejar que surja el deseo.

No hay deseo, puesto que todo se tiene, cualquier cosa deseada está al alcance de poder conseguirla, esto genera una falta de saber, de conocer que se desea realmente, de poder diferenciar entre lo deseado y lo no deseado. Tenemos accesibilidad a un sinfín de cosas y objetos, todo se compra, en cualquier parte del mundo, y nos lo entregan en la puerta de casa. Se pagan en cuotas, aplazado, con tarjeta de crédito, todo es fácil y nada cuesta.

La instantaneidad aplasta el desear

Vivimos en un mundo sin límites, o en ocasiones con limites difusos que son fácilmente quebrantares y sin repercusiones. Vemos ejemplos todos los días en las noticias,  observamos las consecuencias de muchos actos para quienes los cometen. Podemos decir que no opera la castracion en el sujeto.

En la prisa de la sociedad capitalista, no se pasa por aceptar la falta ni por asumir las limitaciones.

Es en este punto donde si no existe la dimensión de la falta, no cabe un posible discurso. nos enmudecemos, no sabemos que, ni como, ni donde ni por qué… Los seres humanos necesitamos respuestas, y cada vez más nos cuesta encontrarlas…

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«Sólo quiere llamar la atención»

Hoy presentamos de uno de los grandes mitos sobre el suicidio, que seguro, en algún momento, cualquiera de nosotros lo ha escuchado el Mito suicidio: «Solo quiere llamar la atención»

La persona que ha tenido algún intento de suicidio comunica, quiere decir algo a los familiares, a las personas de su entorno a la gente cercana. El mensaje es claro, aunque no siempre se verbaliza: «Estoy sufriendo».

A menudo, expresar este sufrimiento a través de la palabra, se hace imposible, no hay discurso, no existe la capacidad de transmitir el mensaje. Lo más probable es que la persona que llega a esta situación no tenga recursos de comunicación, y el sufrimiento que siente es tan grande que está bloqueada ante tanto dolor.

Se bloquean las emociones, el intelecto, la capacidad de transmitir un mensaje, la expresión, los sentimientos..

El dolor y el sufrimiento son reales, existen en cada segundo de la vida de lapersona que intenta suicidarle, y esta situación tiene la condición de querer ser expresada. Existe una necesidad de transmitir a los demás este dolor, pero ¿cómo?

Esta es la cuestión, que la única manera que es viable para la persona, es intentar quitarse el dolor, hacerlo desaparecer. Desaparecer ella misma, y tratar de que los demás entiendan que había algo que no podía tolerar más.

El instinto más básico del ser humano es precisamente la conservación de la vida, es por esto que parece que el suicidio no tiene sentido. Puede ocurrir que en este intento de suicidio, la persona quiera expresar lo que sufre, lo insoportable de la existencia, la necesidad de encontrar otro lugar. Es aquí, donde este intento de comunicación con los otros, puede acabar con la muerte del individuo.

Nadie quiere morir, el deseo real es dejar de sufrir.

Habría que preguntarse si la persona que ha intentado alguna vez suicidarse se ha sentido escuchada, si ha recibido apoyo, entendimiento y si ha tenido alguien en quien poder confiar…

 Un Mito del Suicidio: «Sólo quiere llamar la atención».

Este tipos de creencias, o mitos que rodean al suicidio, y otros muchos,  nos pueden alejar del dolor de la persona.

Nos viene al recuerdo una película, algo antigua, relacionada con la temática de esta publicación: «El Club de los poetas muertos»… podemos hacer un breve comentario, y es que se tira por la ventana para ser escuchado, se arroja, para que decidan por él, para que hagan lo que quieran con su cuerpo como tratan de hacer en vida… Su dolor se expresa pasando al acto de quitarse la vida.

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Suicidio como traspaso de angustia

Hoy queremos hablar del suicidio como traspaso de angustia, el suicidio visto desde la sociedad, y desde la persona que piensa en llevar a cabo el acabar con su propia vida.

Actualmente, en la sociedad en la que vivimos, y en este lado del mundo, prevalece el tener. Tener, tener cosas, tener seguidores en las redes sociales, tener algo mejor que el de al lado, tener propiedades, tener un buen coche, tener… ¿Y ser?

Se olvida que ante todo somos, somos personas, somos seres sociales que necesitamos de otros seres sociales que nos abracen, que nos miren, que nos atiendan, y devolver este lazo. Hay una pérdida de sentido existencial en toda esta maraña de poseer sin ser, de tener sin sentir.

Nos educan para producir, para tener un buen expediente académico, para tener un buen trabajo que nos de un buen salario salario, para tener… para competir constantemente con cualquiera que se cruce en nuestro camino, y es aquí donde se pierda la esencia misma del ser.

El sufrimiento y el dolor, parece que no tienen lugar, no se puede sufrir, no hay espacio para el sufrimiento que a la vez es necesario en la condición humana. De esto, nadie habla. Hay silencio.

Tan impotente es el sufrimiento

como la felicidad.

Es importante darle un sentido al sufrimiento, a los malos ratos, a las emociones que no nos gustan. Encontrar este «por qué» es complicado, pero necesario. Todo tiene sentido en la vida. ¿Cómo sabemos disfrutar si no sabemos que es pasarlo mal? Las ambivalencias forman parte de nuestro día a día.

Ya Goethe dijo: «Cuanto menos conoce el hombre la meta de su camino, más acelera el ritmo con el que recorre ese camino».

La prisa, es otro de los grandes significantes de nuestras vidas, pensar en mañana, y olvidarnos del ahora. Aquí comienzan los tabúes. Del suicidio no se habla, lo negativo se oculta, y únicamente buscamos con anhelo lo positivo. Solo se ven allá donde vayamos fotografías de buenos momentos, caras felices, paisajes de ensueño… ¿Es tos eso real?

Hay silencios que significan angustia, comunican y dicen muchas más cosas que las palabras. El suicidio es precisamente denunciar un estado insoportable para quien se lo plantea, es una manera de dejar de sufrir, de denunciar públicamente un padecimiento, porque no hay espacio para sentirse mal. Es un modo de traspaso de la angustia de una manera, también silenciosa.

Suicidio como traspaso de angustia ante la propia imposibilidad de manejar lo que se siente.

Hay otra manera de manejar esta angustia, este «sinsentido», y es precisamente darle un sentido, que por supuesto lo tiene, simplemente hay que verbalizarlo, traerlo a la parte real del discurso.

Si te los has planteado alguna vez, ponte en contacto con nosotras. Podemos ayudarte en esta búsqueda de sentido de la existencia, de seguir viviendo, de seguir hablando de lo que nunca nadie habla.

La vida tiene un gran sentido de ser… sigue existiendo!

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Suicidio y logoterapia

 Vamos a hablar sobre el suicidio y la logoterapia, visto desde la Logoterapia, de Viktor Frankl, neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco, fundador de la logoterapia y análisis existencial. Sobrevivió desde 1942 hasta 1945 en varios campos de concentración nazis.

Desde la perspectiva de la logoterapia, la gran cuestión no es determinar las razones para suicidarse, sino las razones para vivir. Los seres humanos perseguimos algo, queremos algo, amamos a alguien, existe siempre una motivación, un por qué… Viktor Frankl consideraba que el ser humano es libre y responsable, razones por la que siempre podrá optar por la vida o por la muerte.

En 1945, tras salir de un campo de concentración, Viktor F. escribe una de sus grandes obras: «El hombre en busca de sentido», donde describe sus vivencias en los años de cautiverio. Aun en las situaciones más inimaginables, de una dureza extrema, el ser humano siempre es capaz de dar una respuesta  a lo que le ocurre, de encontrar una razón por la que seguir.

¿Por qué motivo hay quien encuentra un sentido

a quitarse la vida?

La persona que se plantea el suicidio, no lo hace para quitarse la vida, sino para quitarse un sufrimiento que no soporta más tiempo.

Uno de los instintos más básicos de cualquier ser vivo es permanecer precisamente, vivo.

La vida es maravillosa. Si estás en esta situación, ponte en contacto con nosotras,  en cualquier momento. Juntos, encontraremos soluciones a cómo dejar de sufrir. Recuerda que siempre hay salida,  por pequeña que sea, hay solución.

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