Testimonio mi vida fue un castigo

Hoy vamos a compartir el testimonio mi vida fue un castigo.

El testimonio es de Sonia (Pseudónimo de su verdadera identidad), quien nos va a relatar brevemente las consecuencias que tuvo para ella el ser educada en una familia que basaba sus acciones en el castigo.

De pequeña, como a cualquier niño, me encantaba jugar con las temperas, con la arena, pintar con tiza.. en definitiva, manchar , desordenar y mancharme, cosas de niños, ¿Verdad?


Con los años descubrí que no todos los adultos entienden igual la infancia.


Fui educada por una madre “castigadora”, una madre del lado de la limpieza, la perfección y la constancia. Ahora me doy cuenta y creo que nunca entendió lo que significa ser niña. No la cupo, pues siendo la menor de 9 hermanos, de padres ya mayores y con una diferencia de casi 20 años con su hermano mayor, pasó su infancia de un lado a otro, siendo “cuidada y educada” entre los hermanos.

Lo que más recuerdo de mi infancia fue que siempre me castigaba por mancharme, se empeñaba en ponerme vestidos de princesa, collazos a juego en la cabeza, los cuales odiaba, y por supuesto odio. Nunca había tiempo para jugar, ni para divertirse. Yo estaba castigada en mi habitación mientras ella limpiaba la casa una y otra vez, y cuando terminaba de limpiar, entonces tenia que planchar…

«¡¡¡¡Ya te has vuelto a manchar la falda, estás castigada!!!»

Lo más duro fue la llegada de la adolescencia, ahí descubrí las drogas, que me hacían sentir bien, el sexo con los chicos, que cuanto mas intenso, incluso dejando marcas en el cuerpo, mejor me hacia sentir conmigo misma.

Era una especia de lucha contra mi madre, el tener conductas que ella no apoyaba. Comía, y comía sin parar, llegue a pesar 120 kg midiendo 1,65m. Para mi, era una especia de venganza contra el daño que me había hecho durante tantos años.

Entramos en una dinámica de distanciamiento cada vez mayor, ella se empeñaba en regañarme, ya tenia una edad en la que no podía castigarme y sus amenazas ya no valían.

Enseguida tuve mi primer trabajo, dejé los estudios, porque no era buena en las notas, y cuando lo era, por supuesto las descalificaciones abundaban… para ella nunca era nada “perfecto”.

Entre en una vorágine de drogas, parejas consumidoras, idas y venidas… pertenecí incluso a un grupo okupa. Llegué a perder la comunicación con mi madre y mi padre, quien nunca me defendió.

Cuando llegue a los 30 me di cuenta de que me había pasado la vida sin recibir cariño, y que mi conducta de alguna manera alejaba a las personas que habían tratado de dármelo. Era rebelde, estaba enfada con el mundo, porque siempre pensé que el mundo me odiaba por no ser perfecta.

Comencé a ir a terapia, necesitaba contar con sinceridad toda esa mierda que llevaba dentro… tras varios años, pude retomar mi vida. Retome mis estudios, conseguir un peso optimo, dejé de consumir, y encontré una pareja. 


Actualmente me planteo ser madre, aunque me aterra la idea de repetir la historia…


Si quieres leer más testimonios anónimos, o sobre cualquier otra cuestión relacionada con el ámbito de la psicología, puedes consulta nuestro Blog, ahí encontrarás más artículos publicados sobre diversas temáticas.

Si te apetece compartir tu testimonio de forma anónima, puedes contarnos tu caso, y si nos autorizas, lo publicaremos de manera anónima.

BLOG

Este testimonio, mi vida fue un castigo y otros más, están disponibles para la lectura.También puedes ponerte en contacto para cualquier duda o aclaración que desees. Sin compromiso alguno.

CONTACTO

Testimonio de un paciente anónimo

Testimonio de un paciente anónimo, al que vamos a llamar el relato de  las dos caras del espejo.

En mi entorno, muy pocas personas saben que me analizo con frecuencia con un psicoanalista. Para mí, éste es un proceso que se recorre solo y si bien no tengo problema alguno en conversarlo con amigos, no es algo que saque a relucir en condiciones normales en una relación reciente. Vamos, que no vamos por ahí con un cartel que diga “voy al psicólogo”.

Y sin embargo, cuando ya ha pasado cierto tiempo y has recorrido un poco tu camino interno, te das cuenta que hay mucha gente que va por ahí con un cartel que dice “no voy al psicólogo”. Y es que entre más hablaba en el diván, más aprendía a escuchar.

Y sí, no se va al psicólogo a decirle cosas. Vas allí a escuchar lo que tú mismo tienes que decir. La verdad es que no sabría explicar muy bien la labor del psicoanalista, pero sí me preguntaras, como paciente, te diría que el proceso es como la Divina Comedia.

El analista es Virgilio, y tú como paciente eres Dante. Recorriendo uno a uno los anillos de tu infierno, las terrazas de tu purgatorio y las esferas de tu paraíso.

Es compañía y guía pasiva, son como anclas que permiten que esa conversación contigo mismo fluya. Pero de la relación con el analista te converso otro día.

Porque al final el trabajo no lo hace el analista. La respuesta no está en él o ella, sino en tí mismo. Y para descubrirla tienes que escucharte.

Y aquí las cosas se ponen interesantes, pues es una puerta que una vez abierta, no puedes volver a cerrar. Y es que al aprender a escucharte, también aprendes a escuchar a los demás.

Aprendes a escuchar y a entender. Aprendes a escuchar lo que los otros tienen que decir. Y a veces hasta lo que no quieren decir. Aprendes a percibir y reconocer la presencia y existencia del otro. Quizá tampoco te haga falta decir que te analizas. Simplemente algo va a cambiar.

En el testimonio de un paciente anónimo, al igual que Alicia, habrás descubierto que el espejo puede atravesarse y detrás de ese cristal, que te ciega con tu reflejo, hay todo un mundo alternativo.


Si quieres leer más testimonios  de pacientes anónimos, o sobre cualquier otra cuestión relacionada con el ámbito de la psicología, puedes consulta nuestro Blog, ahí encontrarás más artículos publicados sobre diversas temáticas.

BLOG

Si te apetece compartir tu experiencia, puedes escribir por correo contándonos tu caso, y si nos autorizas, podemos publicar la información que consideres oportuna, manteniendo siempre tu privacidad.

También puedes ponerte en contacto para cualquier duda o aclaración que desees. Sin compromiso alguno.

CONTACTO

Testimonio de paciente anónimo

Hoy vamos a hablar de un testimonio de paciente anónimo. Un testimonio que puede tener una moraleja: mi vida de hotel en hotel.

Deja que te cuente algo: Cómo comencé a ir a análisis. 

La verdad es que mi vida no iba particularmente mal. Todo lo contrario, creo que en muchos aspectos, la vida iba bien. Es solo que, en algún punto, me sentí ajeno al camino. Me sentí dentro de unos esquemas bien establecidos, ideologías, principios, valores, puntos de vista, opiniones. De algún modo sentía que no eran míos y peor aún, toleraba poco lo que alterara este orden.

Me sentía incómodo. Era alguien incómodo. La verdad es que en el momento no lo sabía, pero me costaba enormemente conectar emocionalmente con mi entorno. 

Y aquí hay algo que trae mucha tela: cuando eres incapaz de conectar emocionalmente con el entorno, desaparece la capacidad de sentir empatía. Yo no podía ponerme en los zapatos del otro. No sabía cómo.

Y no es que era algo voluntario. Yo no decidía ser como era. Y no tienes idea de cómo, sin yo saberlo, eso me jodía.

Testimonio de paciente anónimo: Aquí es donde dejé de sentir, en tono de afirmación condescendiente “mi vida no va mal”. Aquí entendí que mi vida no iba. Punto. 

Desde entonces han pasado varios años. Aún me sigo analizando. Con sus hiatos. Así ha sido mi proceso. Ha sido un viaje intenso, he cambiado tanto como de hotel en hotel, que al escribirte esto me costó elaborar en mi primer motivo de análisis. Ese era otro tío, no yo. Quizá es allí donde está el verdadero efecto.

Pero nada en la vida es gratis, ese otro yo tuvo que romperse y reconstruirse, sólo para volverlo hacer. No te miento, no te van a gustar muchas cosas que vas a entender. Tener miedo es parte del proceso. La oferta es que los fantasmas no pueden lastimarte cuando puedes verlos.

Otro día te cuento de qué va esto de romperse y rehacerse. Llevémoslo con calma, que va a ser todo un viaje.

Si quieres saber más, puedes contactar con nosotros en cualquier momento del día, o si quieres puedes seguir leyendo más testimonio de paciente anónimo en el Blog.

BLOG

También puedes localizarnos en nuestro centro de Madrid de manera presencial, de lunes a viernes.

CONTACTO

Testimonio de paciente anónimo: abandono

Hoy presentamos un testimonio de paciente anónimo: abandono, una paciente que acudió a consulta durante varios años, ha decidido compartir su experiencia. Sus asociaciones durante el proceso de construcción del análisis, y las conexiones que hizo entre los síntomas y la infancia.

Deseo un otro que me sostenga. Que me dé, que me mantenga y que no dormita que “me falte”, deseo un “No falta”.

Siempre dije que mi mayor deseo era que no existiera “El fin de mes”, que no tuviera que preocuparme por una falta de dinero que me impidiera desear cosas materiales y poder conseguirlas. Quizá lo material ha sido sustituto de amor… quizás sí

En casa siempre se compraban primeras marcas, aun siendo una familia humilde de clase media-baja. Siempre crecí con el comentario de “nunca te ha faltado de nada”, y con la sensación de que lo que me faltaba nadie me lo daba, ni si quiera había nadie para considerar que me faltaban muchas cosas.

Me falto un padre con el que crecer, me falto una madre que estuviera ahí cuando la necesitaba.

Me faltó una madreque me defendiera, que diera la cara por mi, que pusiera limites, que fuera más previsible y que me dejara espacio para opinar y decidir sin esperar la aprobación de una abuela paranoica siempre a la sombra con su rencor a rastras.

Simultáneamente y con gran ambivalencia, desear significa soledad, abandono y pérdida. Pérdida de lo deseado, pérdida del objeto, y perdida del sujeto que lo otorga, y que más tarde desaparece.

Fui educada por una madre (curiosamente mi pareja actúa igual) que te llevaba a desear, a querer algo y a pedirlo, y en el último momento se esfumaban, objeto y sujeto.

No había espacio ya para tu deseo, y el sujeto dejaba su sombra tras de sí…

Hay veces que en mi familia me otorgan el título de materialista. Ahora he descubierto que lo soy, siempre lo he sido, pero los objetos para mí, tienen un gran valor, porque no te abandonan, y cubren, aparentemente, una falta. Los sujetos sí, desaparecen y te hacen daño.

 Por este motivo, descubrí con los años, y estando en consulta el significado tan dañino que siempre ha tenido para mi el perder un objeto, algo tan sencillo como perder algo simple, generaba un gran dolor en mí. 

Esta pérdida de objeto, tiene un significado inconsciente, reproduce una pérdida, un abandono. Me recuerda que soy la niña abandonada, sóla en el mundo, sin nadie que venga a rescatarme…

También descubrí por qué una de mis películas favoritas siempre fue “Pretty Woman”, la mujer sola y desvalida esperando al padre poderoso y protector que venga a buscarme… desear ser para el otro el objeto de amor.

Este testimonio de paciente anónimo:abandono y otros muchos, los puedes encontrar en el Blog:

BLOG

Si deseas contarnos tu caso, puedes escribirnos, o llamar y si nos das tu consentimiento, podemos publicarlo y que resulte anónimo.

Puedes ponerte en contacto con nosotros en nuestro centro presencial en Madrid:

CONTACTO

Testimonio de paciente anónimo: depresión

Hoy presentamos un Testimonio de paciente anónimo: depresión.

Quien ha decidido compartir su experiencia, nos va a hablar de su experiencia como paciente con profesionales de nuestro equipo.

¿Qué es un síntoma?

Recuerdo la primera vez que fui a una consulta con un psicólogo. Esas primeras sesiones fueron un tanto extrañas, no estaba acostumbrada a hablar de mí misma y de cosas tan personales con un extraño, y menos que mientras hablaba interrumpiesen para señalarme mis síntomas.

En algún momento pensé que estaba enferma, aunque físicamente me sentía bien. Estaba claro que esto de los síntomas tenían que ver con aspectos de mí de los que ni yo me daba cuenta.

Mientras más me escuchaba, más trataba de entender qué sucedía, porque ya no solo se trataba del motivo de consulta que me había llevado a ir a terapia, ahora se trataba de otra información acerca de mi misma que yo comenzaba a ver como situaciones disfuncionales.

Ya cuando comienzas a ver otros problemas, aparece un desinterés brutal por resolver el primero y quieres abandonar.

Era una encrucijada, no sabia si regresar y resolver por partes, o resolver el motivo de consulta.

Mi tercera opción, la mas atractiva era abandonar, pero tampoco resultaba útil, ya había visto una cierta verdad acerca mi misma que no me podía ocultar.

Continué, había muchos puntos disconexos. Pero tenían un aspectos en común. Los síntomas eran como unos opositores, imposibles de callar.

Por poner algún ejemplo, aparecieron cuando comencé a resistirme a ciertas imposiciones familiares, también estaban las del trabajo, las de la sociedad, pero particularmente las familiares eran las que mas me petaban.

A veces cuando hablaba fuera de terapia sobre mis cosas me daba cuenta que compartía algunas de mis oposiciones con alguno de mi grupo de amigos. Con la salvedad de que las vivimos de manera distinta.

Por ampliar el ejemplo, cuando llegué al psicólogo mi motivo de consulta fue la depresión. Cuando dispuse a hablar por qué estaba deprimida por alguna razón comencé por aquí…

Testimonio de paciente anónimo: «Cada quien tiene sus cánones de belleza».

En mi familia, la belleza está asociada con el ser delgado. Yo soy de contextura gruesa, y por mas delgada que pueda estar, visualmente para mi familia no estoy delgada.

Siempre en reuniones familiares, especialmente las ocasiones festivas en las que había mucha comida, para evitar ciertos comentarios rechazaba los carbohidratos y el postre, me daba mucha ansiedad y vergüenza que alguno dijera que no podía comer esto o aquello porque eso me engordaba, al final quería pertenecer al grupo de los bellos y ser aceptada.

Luego de la reunión al llegar a casa me sentía fatal, sentía rechazo a mis seres queridos.

Comencé a dejar de ir a las reuniones familiares. Me parecía absurdo tratar con gente que no me aceptaba.

Ya yo había hecho muchas dietas, había comprometido mi salud por pasar hambre, por solo pertenecer, incluso perdí la noción de cómo era sentirme bien al verme al espejo. Mi cuerpo era un desastre.

Fue inevitable que mi familia no se quejara, que comenzara a decirme que era una borde por dejarlos plantados. Al oponerme a esas situaciones, comencé a distanciarme de mi familia y de los demás, no quería que otros me rechazaran. La soledad era insoportable, pero la crítica también.

Testimonio de paciente anónimo: » Cuando llegué a consulta, sí, estaba deprimida».

La depresión como ven, era solo un término clínico que le puso algún psiquiatra, era la punta del iceberg. Una vez que destape la depresión y que comencé a hablar en lo que parecía un sin sentido, aparecieron esos puntos disconexos que me llevaron justo allí.

Esto que parece tan inofensivo, que refería al tema de lo que era para mí la belleza, generó una gran cantidad de malestares que reventaron en una depresión.

Eso que compartía con mi grupo de referencia, me llevó a un camino de mucha amargura. Ni hablar de lo que a veces compartimos con la cultura, que eso es otro cuento que también generan síntomas. Helo aquí, a veces no sabemos de qué se trata, nos sentimos mal pero no sabemos ponerle nombre, a veces los síntomas tienen nombres conocidos o pomposos.

Lo cierto es que al final se tratan de uno y solo uno mismo sabe lo que le pasa.

Este testimonio de paciente anónimo: depresión, y otros muchos más los puedes encontrar en el Blog:

BLOG

Puedes consultar otras publicaciones de diversos autores, y pertenecientes a instituciones académicas:

OTRAS PUBLICACIONES

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies
WhatsApp chat