En la dirección de la cura 4, estamos en la cuarta publicación en torno a la cura desde la perspectiva psicoanalítica.
Vamos a comenzar con el cuarto punto de la dirección de la cura:
4 – El lugar del Psicoanalista :
Durante los años 1955-56, Lacan define la posición del analista, como aquel de testigo o ” secretario del alienado”, remarcando lo problemático del lugar del analista como descifrador frente a los fenómenos psicóticos.
La escucha, en silencio, permitiría que el sujeto dé su testimonio, organice su discurso, adquiera cierto orden por la palabra y también por el escrito, porque “en el testimonio siempre hay compromiso del sujeto”.
La cuestión del tratamiento fue, sin embargo, dejada abierta. La estructura psicótica, significada en el esquema I, da una conclusión más bien de tipo negativa en cuanto al abordaje psicoanalítico.
En la década de los 70, Lacan reabre esta cuestión con Joyce, en el Seminario “Le Sinthome”. Joyce, quien es inanalizable, compensa su carencia paterna con su “arte-decir”.
Lo que introduce aquí, Lacan, es la cuestión de lo real y el problema que plantea la psicosis ante la desunión topológica por esta carencia simbólica que Joyce busca restituir por medio de su arte, por medio de palabras impuestas, descomponiendo la lengua por medio de la escritura.
La escritura, históricamente como la plantea Lacan comienza con la Letra, que soporta lo real.
La letra es el significante de la imagen sin significado : En este sentido, el escrito en el caso Aimée, si bien no disponía del arte de Joyce, y en Schreber, parece cumplir una función mediadora de lo real ante la aparición del síntoma psicótico.
La escritura es la búsqueda y la invención de un nombre-del-Padre ausente y la creación de otras formas de lenguajes que empuja a la metaforización.
Lo social puede producir, a veces, estos significantes Nombre-del-padre, no como desencadenantes, pero como suplentes, y que se expresan en un oficio, en el artificio del artista, como función significante, es decir, lo que lo nombra.
Esta función de nombrar, de dar nombre a las cosas es una función paterna. Es el padre, quien a través de la madre da nombres al sujeto, introduciéndolo a lo simbólico, al lenguaje.
Es la voz de la madre quien dice “no”, que “nombra un cierto número de interdicciones”.
Sabemos que justamente la forclusión de este significante nombre-del-padre, produce la catástrofe, pero que el saber-hacer, -ser nombrado para- lo restituye, por medio de una función que pone orden y designa al sujeto en su ser, es decir, nombrar lo innombrable.
La función de Nombrar, puede ser un lugar del analista en ciertos casos, y a veces, cumpliendo una función normativa.
Finalmente, la puesta en marcha del discurso analítico por medio de la psicosis de transferencia coloca al psicoanalista en el lugar del objeto a, como una voz, una mirada, una presencia. El sujeto psicótico, elabora un saber, restituyendo el nombre-del-padre por medio de la producción de un significante nuevo (neologismo, delirio), o bien, inventando la letra que soporta lo real.
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De esta forma, se reabre un espacio psicoanalítico en el tratamiento de la psicosis, donde antes era -hacer consciente lo inconsciente para la neurosis, ahora, en la Psicosis es :
Hacer simbólico lo real.
La dirección de la cura 4, es la cuarta de cinco publicaciones que están disponibles en el Blog, y puedes consutarlas en cualquier momento aquí:
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