TLP: cambios de humor y rechazo de mentalización

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A continuación vamos a describir TLP: cambios de humor y rechazo de mentalización  dos mecanismos de defensa.

CAMBIOS DE HUMOR SELECTIVOS

Obviamente no todos los cambios de humor en estos pacientes son de índole defensiva;

no olvidemos que la inestabilidad afectiva es uno de los ítems básicos para el diagnóstico de TLP, siendo prototípica la “estable inestabilidad” (Schmideberg, 1959) que muestran como rasgo de carácter.

Nos referimos aquí a las oscilaciones del humor con un propósito claro, a modo de manipulación o coacción, a las situaciones en las que la persona aprende que enfadándose o deprimiéndose las discusiones terminan, que si se muestra débil y llorosa su pareja no sale y se queda con ella.

No estamos hablando aquí de un mecanismo de defensa inconsciente per se, ya que seguramente empezó a llevar a cabo determinadas conductas o a mostrar determinadas emociones para conseguir algo que no se le ocultaba a la conciencia.

Sin embargo, a fuerza de utilizarlo puede haberse automatizado, incorporándose a su personalidad y haciéndose al menos preconsciente, cercano a lo consciente pero sin llegar a serlo y, por ello escapando al control inmediato.


RECHAZO DE LA MENTALIZACIÓN

Una tarea evolutiva que todos los humanos hemos de llevar a cabo es aprender que los demás y nosotros mismos tenemos una mente, que tenemos pensamientos, y que éstos nos pueden llevar a actuar de una forma u otra.

Cuando, por ejemplo, un niño es sometido a malos tratos o a abusos desde edades muy tempranas, la tarea de la mentalización se ve interrumpida o, al menos, entorpecida: al niño le resulta imposible de asumir que su padre, su madre, las personas que presumiblemente deben brindarle apoyo, protección y amor, piensan cosas malas de él, quieren hacerle daño o les resulta insoportable su presencia.

Para defenderse de esta situación tan destructiva, rechazan pensar que los demás tienen una mente y sienten cosas.

Algunos padres pueden revelar inconscientemente estados mentales como odio, ira, disgusto, que si son generales y continuados constituyen abuso psicológico.

El aspecto más perturbador para el niño puede ser contemplar la crueldad o el odio que el objeto significativo siente hacia él; por ello, el niño puede crecer con miedo a comprender los estados mentales, repudiando toda conciencia de sentimientos o intenciones y aislándose emocionalmente del ambiente.

Este rechazo de la mentalización puede considerarse una medida defensiva ya que le permite salvar el dolor psíquico intolerable.

Pero el problema surge cuando esta medida se generaliza y se perpetúa, llegando a la vida adulta.

En este momento la persona muestra una ausencia de preocupación por el otro que se puede manifestar como crueldad que, en parte, sería una indicación de que el funcionamiento borderline no contiene una convincente teoría del dolor en la mente del objeto.

El egoísmo y egocentrismo típico del TLP también puede entenderse como una falta de conciencia de que los demás tienen pensamientos y sentimientos.

Los esquemas interpersonales de los pacientes borderline son notablemente rígidos porque no son capaces de imaginar que el otro tenga una construcción de la realidad diferente de la suya, pensando que su idea de las cosas es la única válida y la única que existe.

El sujeto ve el resultado de una acción y eso se considera su explicación (Higgitt & Fonagy, 1992)

Unido a esto, observamos cómo los sujetos con trastorno límite adaptan los hechos a los sentimientos: en general, las personas emocionalmente sanas basan los sentimientos en hechos acaecidos y que resuenan en ellos emocionalmente de determinada forma.

Si a mí me pasa algo, me siento de tal forma (si me toca la lotería me siento feliz, si pierdo el trabajo me siento triste).

Las personas con TLP pueden hacer lo contrario: debido al maremágnum de sentimientos y a las emociones contradictorias, cuando sus sentimientos no encajan con los hechos, inconscientemente pueden revisar los hechos para que encajen con los sentimientos.

Esa puede ser una razón de por qué su percepción de los hechos puede llegar a ser tan diferente de la nuestra ya que están adaptados a los sentimientos del momento. Puede parecer que no se acuerdan bien de lo que pasó, o que intentan engañarnos, pero, en realidad, necesitan dar coherencia a lo que han sentido aunque ello sea a costa de transformar la realidad.

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